Una técnica sencilla para elogiar a tus hijos y que éstos lo aprecien

Patricia está en el salón leyendo una revisa cuando su hija de 10 años, Alicia, irrumpe en la habitación. Cuando levanta la vista, Patricia observa que Alicia tiene manchas de chocolate alrededor de la boca y le dice “hija, no te olvides de lavarte la cara y las manos después de comer.” Para su sorpresa, Alicia le replica: “¡Mamá, estás todo el día regañándome por todo!” y se marcha corriendo de la habitación. Patricia se queda sin saber que decir, recordando que unas horas antes había felicitado a su hija porque había hecho muy bien el examen de matemáticas; también le comentó que estaba orgullosa de ella por participar en la función de teatro del cole y le dio las gracias por estar puntual a la salida del colegio cuando ella fue a recogerla. Pero entonces, ¿por qué Alicia no se acuerda de todos esos comentarios positivos, y sí del único comentario negativo que ha hecho en todo el día?

Los niños están inmersos en un proceso muy activo de crecimiento y desarrollo. Experimentan cambios muy rápidamente, a medida que las células de su cuerpo les hacen crecer y sus cerebros establecen nuevas conexiones neuronales para aumentar sus capacidades y, de esta manera, comprender el mundo en el que viven. Esta evolución constante de su ser entra en competencia con los acontecimientos que ocurren a su alrededor. Especialmente en los años de la preadolescencia, muchos niños toman conciencia de esos cambios y los interiorizan. Esto es parte de su proceso normal de desarrollo, pero para los padres puede ser más difícil percibir estos cambios y por esta razón tal vez los niños se sientan más aislados.

Además, todas las distracciones del mundo moderno como internet, los teléfonos móviles y la estimulación constante pueden distraer a los niños y provocar que no escuchen lo que les estamos diciendo. Cuando los preadolescentes y adolescentes están mirando a sus teléfonos u ordenadores, solo son parcialmente conscientes de lo que ocurre a su alrededor. Lo cierto es que las redes sociales suponen un cambio moderno en la manera de interactuar de los jóvenes, pero pese a todo, su necesidad innata de sentirse queridos y apegados continua intacta.

Para superar esos obstáculos de su desarrollo y las distracciones tecnológicas a la hora de comunicarte con tus hijos e hijas, existe algo que está enraizado profundamente en cada individuo, independientemente de su edad: los seres humanos respondemos al tacto. Cuando un niño siente el contacto de un ser querido, se estimulan diversas partes de su cerebro y se crean conexiones neuronales duraderas. Mediante un contacto físico afectuoso, los padres pueden penetrar a través del ruido que puebla el cerebro de sus hijos y conectar con ellos a un nivel profundo y significativo, que ellos van a sentir literalmente a través de su cuerpo y su espíritu. Para conseguirlo, esta es la receta básica, a la que cada uno puede añadir su toque personal:
1. Llama al niño o niña por su nombre para atraer su atención.
2. Mírale a los ojos cuando le hables.
3. Dale un abrazo cariñoso o una caricia suave mientras habláis.
4. Si, además, quieres un beneficio añadido, muestra tu reconocimiento hacia ellos delante de otras personas.
¡Y eso es todo! Así de simple. A continuación, veamos un ejemplo de cómo funciona esta técnica en la práctica, por ejemplo, durante la cena:
La madre dice: “Alicia, he visto que has vaciado el lavaplatos y que has puesto la mesa. Muchas gracias por ayudarme a preparar la cena. Es de gran ayuda para mí, después de todo el día trabajando. ¡Es genial cómo colaboras en la familia (le da un breve achuchón por los hombros), te quiero mucho!”
Cuando felicitas a tus hijos por algo y les tocas, sus neuronas se conectan de manera diferente a cuando simplemente hablas con ellos. El contacto físico hace que el mensaje llegue de manera más profunda y literalmente les hace sentir bien. Usa esta técnica para conectar de manera más profunda con tus hijos y construir una sólida relación de confianza con ellos.

Fuentes:
Gentsch, A., Panagiotopoulou, E., & Fotopaoulou, A. (2015). Active interpersonal touch gives rise to the social softness illusion [El contacto interpersonal activo eleva la ilusión de suavidad social (de la piel)]. Current Biology 25(18), 2392-2397.

Jönsson, E. Kotilahti, K., Heiskala, J., Wasling, H., Olausson, H., Croy, I., et al. (2018). Affective and non-affective touch evoke differential brain responses in 2-month-old infants [Los contactos afectivos y no afectivos producen respuestas cerebrarles diferentes en bebés de dos meses] . Neuroimage, 169. doi: 10.1016/j.neuroimage.2017.12.024.

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