Dejemos a los niños poner sus propios límites en cuanto al contacto físico

Cristina tiene diez años y está en una reunión familiar. Sus Padres, Juan y Marta, le presentan a un montón de parientes que ella no conoce, o no se acuerda. Cuando Cristina se muestra reacia a darle un abrazo al tío Tomás, su padre insiste: “Dale un abrazo y dos besos al tito.” Cristina obedece y abraza a su tío lo más rápido que puede. Después, los padres regañan a Cristina porque ha hecho “sentirse mal” al tío Tomás. Cristina no entiende por qué a sus padres les parece que los sentimientos de su tío son más importantes que los de ella. Se pregunta si es que está mal no querer tocar a alguien que no conoce.

Todos los padres intentamos mantener a nuestros hijos protegidos y seguros. Enseñar a los niños a valorar y respetar sus cuerpos es un primer paso importante para salvaguardar su seguridad física, tanto durante la infancia como en la adolescencia. Aunque parezca difícil, es posible encontrar un equilibrio entre guiar el comportamiento de nuestros hijos y permitirles ser dueños de sus propios cuerpos

Los niños que sienten que mantienen el control sobre su propio cuerpo y que tienen poder de decisión sobre cómo interactuar físicamente con otros, luego son mejores a la hora de poner límites cuando otras personas quieren tocarlos. Del mismo modo, van a poder interpretar correctamente qué tipo de contacto físico es apropiado en cada caso y cual no lo es. En conjunto, los niños y niñas que tienen ese sentimiento de control y de propiedad sobre sus cuerpos, serán menos propensos a que otros usen sus cuerpos y más capaces de acudir a un adulto si alguien intenta tocarles de manera no apropiada, porque sabrán perfectamente que eso está mal.  

El ejemplo que ilustra este artículo muestra cómo los padres, sin querer, pueden transmitir un mensaje confuso sobre quién tiene el control y la propiedad sobre el cuerpo del niño. Con la mejor intención, ya que trataban de enseñar a Cristina a ser educada y obediente, en realidad Marta y Juan estaban presionando a su hija para interactuar físicamente con un varón adulto que ella no conocía. Encima, después le echaron en cara que su vacilación inicial había hecho “sentirse mal” al adulto desconocido, que tal vez pudo sentirse rechazado.

Está claro que Juan y Marta no pretendían que su hija se sintiera incómoda o nerviosa por tener que abrazar al tío Tomás, ni tampoco estaban dando más importancia a los sentimientos del Tío Tomás que a los de Cristina. Por el contrario, su única intención en aquel momento era causar una buena impresión al presentar a su hija a todos los parientes. Sin embargo, desde su perspectiva, Cristina percibió una experiencia muy diferente. Básicamente, sus padres le pedían que superase su reacción natural de no tocar a un extraño. Marta y Juan usaron su autoridad como padres para persuadir a Cristina de que abrazase y besase a un hombre mayor para demostrar que era una niña obediente y, obligada, ella optó por hacer lo requerido muy deprisa, para que el contacto durase lo menos posible. Cuando, después, sus padres afearon su vacilación porque había hecho sentirse mal a un adulto, inconscientemente le estaban diciendo que los sentimientos del adulto eran más importantes que los de ella.

Los padres deberían ser conscientes de que empujar a un niño a interactuar físicamente con otros cuando no está preparado para ello puede acarrear consecuencias no deseadas. Por tanto, es importante que los padres enseñen a sus hijos a sentirse con capacidad de decisión en algunas interacciones sociales y que también se puede ser cortés y educado sin recurrir al contacto físico. He aquí algunos consejos útiles al respecto:

  • Enseñan a los niños que su cuerpo es algo íntimo y que solo deben verlo sus padres, las personas que les cuidan (como sus abuelos, o cuidadores de confianza) y los médicos.
  • Insistir a los niños para que se cambien de ropa y se desvistan en zonas donde pueden controlar quién puede verlos, tales como su dormitorio, el cuarto de baño o, en las tiendas, los probadores.
  • Permitir a los niños que elijan por ellos mismos si quieren dar besos y abrazos a los adultos. Si vacilan, ayudarles a mostrar cortesía y saludar a los adultos de otro modo, como diciendo “hola” o con interacciones que permitan más espacio entre ambos (como cuando se da la mano).
  • Instruir a los niños sobre las partes de su cuerpo que son especialmente privadas, como los genitales, y enseñarles que nadie debe tocarles ahí sin su permiso.
  • Animar a los niños a hablar de caricias buenas y caricias malas. De esta manera se abrirán líneas de comunicación para que, si alguna vez les ocurriera algo, puedan sentirse cómodos contándooslo.

Ayudar a los niños a proteger su cuerpo es un proceso que se desarrolla a lo largo de toda la infancia y la adolescencia. El lenguaje y los ejemplos de situaciones que se usan, tienen que ir ajustándose al nivel de desarrollo de cada niño, pero el mensaje será siempre el mismo: cada uno de nosotros somos dueños de nuestro propio cuerpo y tenemos derecho a protegerlo.

Fuentes:

Bornstein, M., Putnick, D., & Lansford, J. (2011). Parenting attributions and attitudes in cross-cultural perspective [Atribuciones parentales y actitudes desde una perspectiva transcultural]. Parenting: Science and Practice 11(2-3), 214-237.

Shafe, S. & Hutchinson, G. (2014). Child sexual abuse and continuous influence of cultural practices: A review. [Abuso sexual infantil y la influencia continuada de prácticas culturales]. West Indian Medical Journal 63(6), 634-637.

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