En la adolescencia se ven obligados a tomar decisiones complejas sin tener experiencia
Ana Palicio
¿Qué hacer para tu hijo no sea un imbécil?’ es el nuevo libro de Deanna Marie Mason, experta en la salud y la educación de niños y adolescentes. Con este sugerente título que pretende ayudar a los padres de niños en el díficil tránsito a ser adultos: la adolescencia.
Estadounidense, licenciada en enfermería, máster en pediatría, experta en educación, afincada en España…así es Deanna Marie Mason. En su nuevo libro ‘Qué hacer para que tu hijo no sea un imbécil‘ pretende dar la información clara y concisa para ayudar a las familias con técnicas flexibles para fijar normas, límites y sentirse seguros y con el control durante la etapa dura de la adolescencia. Un libro práctico y directo para entender cómo ayudar a los adolescentes en ese proceso de “encontrarse a sí mismos” en el paso a la vida adulto. Deanna Marie Mason, profesional de la salud con especialización en el mundo de los adolescentes, es fiel defensora de la ‘paternidad proactiva‘, es decir, limitar o prevenir el alance de determinados problemas de comportamiento mientras les enseñamos valores que permiten a nuestros hijos crecer felices y saludables.
¿Por qué es tan complicada la adolescencia?
La adolescencia es una etapa de profundo cambio para los jóvenes. Es el momento en el que empiezan a transformarse en adultos. Durante este periodo los adolescentes están más centrados en sí mismos. A la vez, están expuestos a una amplia variedad de situaciones en las que se ven obligados a tomar decisiones cada vez más complejas sin la experiencia necesaria.
Este es un proceso de lucha interior en el que están tratando de encontrarse a sí mismos. Se trata de una etapa en la que los valores aprendidos durante la infancia (esfuerzo, honestidad, …) tienen que ponerse en práctica de manera autónoma. A la vez, empiezan a planear su futuro con la influencia de las opiniones de sus amigos, de su familia y de la sociedad.
El adolescente está al mando de su propio desarrollo, lo que influye en el proceso. La adolescencia es un periodo de constante cambio. Cada paso hacia la madurez significa más responsabilidad, diferentes expectativas y, en teoría, debería empujar al adolescente hacia una nueva etapa de desarrollo. Este proceso no es lineal y puede ser incómodo para el adolescente por todos los cambios que experimentan.
La adolescencia parece un periodo tan complicado para los padres porque es un proceso que se desarrolla de manera única en cada adolescente y sobre el que no tenemos todo el control, ya que se comparte con el adolescente. Esto es lo que hace tan complicada la adolescencia.
¿Qué ocurre en el proceso de maduración de niño a adulto?
Al final del proceso de maduración, los adolescentes serán capaces de comprender que sus actos tienen consecuencias que les afectan a ellos y al prójimo. Y, lo más importante, se darán cuenta de que sus actos tienen un significado que es el reflejo de sus valores. Aprenderán a asumir la responsabilidad de qué tipo de personas son, de lo que están haciendo y de lo que esos actos representan.
El proceso de maduración desde la infancia a la edad adulta se inicia en el momento en que el adolescente se empieza a hacer preguntas trascendentales del tipo: ¿Quién quiero ser?, ¿Dónde está mi sitio en mi comunidad, familia, …?, ¿Dónde encajo en este mundo?, …
Los adolescentes deben alcanzar sus propias conclusiones sobre qué es la vida, en qué consiste vivir y qué constituye una vida plena. Tendrán la capacidad de darse cuenta de que forman parte de algo más grande, que se extiende más allá de su persona y su entorno inmediato.
Estas actividades, en su conjunto, son componentes esenciales del proceso de convertirse en adulto, que es el resultado previsto de la adolescencia.
¿Qué podemos hacer los padres para ayudar a nuestro hijo adolescente a encontrarse a sí mismo?
El proceso de “encontrarse a sí mismo” es el objetivo último del proceso en el que los adolescentes evolucionan hacia la edad adulta. Se trata de que el adolescente se convierta en la persona que quiere ser. Para ello necesitan uno o varios guías quesolo ellos pueden elegir. Estos guías son personas que tienen una o varias características que el joven quiere emular. Hablamos de personas que les sirvan como modelo a seguir y le permitan configurar un modelo de conducta.
Los adolescentes son capaces de identificar a aquellas personas que les pueden aportar experiencias importantes y significativas (sean éstas positivas o negativas) y son también ellos quienes luego deciden dar más o menos muestras de interés por dichas personas, dependiendo de cuál haya sido su aportación.
Para que la relación entre el adolescente y el guía funcione, ambos tienen que estar involucrados. Los padres tienen una relación muy cercana y están muy bien posicionados para convertirse en una de las guías más importantes.
Si por la razón que sea, nuestros hijos no nos eligen como uno de sus guías, los padres podemos fomentar el contacto con otros adultos (familiares, conocidos, …) que ejerzan una influencia positiva en nuestros hijos.
¿Cómo saber que le dejamos el suficiente espacio pero al mismo tiempo le brindamos apoyo?
La cantidad de intervención y de autonomía que proporcionemos dependerá de la edad del adolescente. Hay dos situaciones en las que debemos intervenir sin dudarlo:
Primero, si tu hijo se está haciendo daño (físico o psicológico), si están haciendo daño a alguien o lo van a hacer y, finalmente, si sabemos que alguien está haciendo daño a tu hijo.
Segundo, deja que las reglas de la familia te ayuden. Si tu hijo no sigue las reglas marcadas, es momento de intervenir. Enseñarle a seguir las reglas del juego le va a ser muy útil en su vida como adulto.
Nuestra obligación como padres es proporcionar la información necesaria para que nuestros hijos tomen la decisión adecuada. Sin embargo, no podemos obligarles, especialmente durante la adolescencia, cuando tienen más información y más libertad.
Todo lo que podemos hacer es proporcionar la información y animarles a tomar la decisión adecuada. Ellos toman la decisión y sufren las consecuencias, positivas o negativas, de esa decisión. No debemos interferir en este proceso excepto en los casos mencionados anteriormente. Dejemos que sufran las consecuencias de sus decisiones. Es con estos tres conceptos (Información, decisión y consecuencia) como aprenden a asumir la responsabilidad que conlleva una vida adulta independiente.
Cuando las cosas salen mal, nuestro trabajo es apoyarles e intentar ayudarles a entender por qué ha salido mal, qué hacer para cambiar el resultado y cómo recuperarse del fracaso.
¿Algún consejo para entablar una conversación con un adolescente?
Las dos reglas de oro son:
1) Escucha más de lo que hablas y
2) Intenta entender y no juzgar.
Cuando quieres entablar una conversación, elige preguntas abiertas (“¿Qué es lo más raro que te ha pasado hoy?”) mejor que cerradas (“¿Has tenido un buen día?”)
Cuando tengas que hablar con tu hijo adolescente, no vayas directamente al grano. Comienza con algún tipo de reconocimiento positivo y/o muestra de afecto (“Hoy lo has hecho fenomenal en … “, o “Sabes que te queremos mucho …”).
Una vez que abordes el tema en cuestión, intenta preguntar las motivaciones (“¿Por qué estás sacando malas notas?”) más que criticar (“Pareces tonto, tus notas son horribles”).
Este método es útil porque ayuda a que reflexionen sobre sus decisiones y entiendan por qué las tomaron. Este proceso de reflexión les ayudará a repetir el éxito o evitar el fracaso porque les habremos ayudado a entender cómo y por qué ha sucedido. Por último, con este proceso estamos enseñando a nuestros hijos cómo comunicarse con otros en temas delicados de una manera respetuosa.
¿Qué errores no debemos cometer?
Es imposible no cometer errores. Nadie es perfecto y necesitamos darnos permiso para hacer lo mejor que podamos, con nuestra mejor intención.
Durante el proceso de educación de nuestros hijos podemos llegar a cometer algunos errores, aunque eso no nos convierte en malos padres. No existe un sistema infalible, ya que cada persona tiene unas ideas, hábitos y comportamientos diferentes, pero sí podemos prestar atención a algunas cuestiones que convendría evitar:
No saber fijar límites. Sin llegar a ser demasiado estrictos, sí es cierto que desde pequeños, los niños y adolescentes necesitan disciplina, y tanto las obligaciones como los posibles castigos deben ser impuestos, no negociados. Por muy mayores que sean, los adolescentes deben acostumbrarse a las normas.
Falta de argumentos. En ocasiones los padres, por nerviosismo, recurrimos a imposiciones sin dar mayor explicación. Con los adolescentes este razonamiento no sirve, ya que tienen capacidad de discernir, rebatir y responder ante frases vacías. Explicarle nuestras ideas y argumentos, hará que tomen mayor conciencia y comprensión.
Humillación. Es una técnica que todo padre debería desechar. Los ataques personales no son recomendables a la hora de corregir un mal comportamiento, sino todo lo contrario. Hay que corregir la acción (“No me gusta que tu habitación esté desordenada”), no criticar a la persona (“¡Eres un guarro!” )
La adolescencia es proceso de cambio, como padres ¿cómo podemos ‘adaptarnos’ a ese proceso de cambio?
La paciencia es uno de los grandes aliados de los padres cuando tienen un hijo en plena pubertad. El apoyo de los progenitores es esencial en este periodo de cambio, ya que la seguridad del hogar es clave en el desarrollo de su personalidad y futuro yo.
Los padres tenemos la obligación, por tanto, de crear zonas seguras. El entorno familiar debe convertirse en el espacio en el que nuestros pequeños adultos se sientan tranquilos y con la capacidad de ser ellos mismos. Mostrarnos cercanos y seguros hará que ellos asuman los cambios de manera más relajada también.
Fuente: En la adolescencia se ven obligados a tomar decisiones complejas sin tener experiencia | Ser Padres